CAPÍTULO 1
Thomas está en Valencia visitando a su amigo Juan Carlos. Se conocen desde hace casi cinco años, gracias a una beca Erasmus de Thomas en la ciudad española. Son muy buenos amigos, aunque tienen dos personalidades muy diferentes: Juan Carlos es muy realista y cuadriculado1. Siempre tiene los pies en el suelo2. En cambio, Thomas es un hombre soñador3 e idealista4 que siempre tiene la cabeza en las nubes5.
Esta mañana, paseando por la plaza de la Virgen, Juan Carlos y Thomas se han encontrado a María, una compañera de trabajo de Juan Carlos. Thomas ha propuesto tomar una horchata en una terraza que hay justo delante de la catedral de Valencia. Han charlado durante casi una hora y, en ese tiempo, Thomas se ha sentido profundamente impresionado por la amiga de su amigo. ¿Enamorado6? Bueno, ¿quién sabe?
La horchata
La horchata de chufa es una bebida refrescante muy típica de la Comunidad Valenciana. Se prepara con agua, azúcar y chufas, un pequeño tubérculo de color marrón oscuro.

Cuando María se tiene que ir, se despide de Juan Carlos y de Thomas, y se aleja7 por una calle del casco antiguo8 de la ciudad. Thomas la mira mientras se aleja. Juan Carlos llama al camarero y le pide la cuenta. En este momento, Thomas le dice a Juan Carlos:
—¡Esta chica es fantástica! Creo que he soñado con ella9 antes…
—¿Sí? ¿Eso crees? —responde Juan Carlos.
—¡Claro que sí! ¿Y sabes qué creo también? Creo que mi destino10 es estar con ella.
Juan Carlos se ríe y le responde con ironía:
—¡Claro! Tu destino es estar con todas las chicas que te cruzas…
—No tienes que hacer bromas11 con eso. Yo lo creo de verdad. De todas las mujeres del mundo, conocer a alguien como María… ¡tiene que ser el destino! —dice Thomas.
—¿En serio?
—¡Por supuesto, Juan Carlos! Además, creo que yo también le gusto a ella. ¿Me das su teléfono? La voy a llamar y la voy a invitar a cenar.
—Eres un caradura12, tú.

La catedral de Valencia
Su historia es la historia misma de la ciudad. Primero templo romano, después catedral visigoda, luego mezquita, la actual catedral es principalmente de estilo gótico valenciano, pero también contiene elementos del románico, del Renacimiento y del Barroco.
—Hablo en serio. Creo que el destino está escrito, y mi destino dice que tú me das el teléfono de María.
—¿De verdad crees en todas esas tonterías13 del destino?
—pregunta Juan Carlos.
—¡Pues claro!
Juan Carlos coge su móvil y busca el teléfono de María en la agenda. Mientras, su amigo alemán habla con el camarero, que ha traído la cuenta.
—Son nueve euros —dice el camarero.
—Pago yo —responde Juan Carlos. Deja el teléfono sobre la mesa y saca su cartera de un bolsillo de sus bermudas. De la cartera saca dos billetes de cinco euros—, ¿tienes un bolígrafo, Thomas?
—No —responde el alemán.
—¿Y usted? —le pregunta Juan Carlos al camarero.
—Sí, aquí tengo uno —el camarero saca un bolígrafo del bolsillo de la camisa y se lo deja a Juan Carlos. Juan Carlos escribe algo en uno de los billetes de cinco euros y le da los billetes al camarero.
—¿Qué has escrito en el billete? —pregunta Thomas.
Pero Juan Carlos no le responde, solo sonríe. El camarero mira el billete con cara de extrañeza14 y le dice a Juan Carlos:
—Ahora mismo traigo el cambio15.
—Quédeselo de propina —dice Juan Carlos.
El camarero le da las gracias y se va. Juan Carlos y Thomas se levantan de sus sillas en la terraza y empiezan a caminar por el casco antiguo de la ciudad. Unos minutos después, Thomas le dice a Juan Carlos:
—¿Vas a darme el teléfono de María o no?
Juan Carlos sonríe, coge de nuevo su teléfono móvil y le dice a Thomas:
—De acuerdo, apunta. El teléfono de María es el 684772.
—Faltan tres números —dice Thomas.
—Ya lo sé —responde Juan Carlos—, los tres últimos números de su teléfono los he apuntado en uno de los billetes de cinco euros con los que he pagado las horchatas. Si quieres completar su número, vas a tener que encontrar de nuevo ese billete. Vamos a comprobar si tu destino es realmente conocer a María.
—Eres un cabrón16, Juan Carlos.
—Solo porque tu destino lo ha escrito así —ríe Juan Carlos.
El billete de cinco euros está en la caja registradora de la cafetería hasta que el camarero se lo da a una señora que ha pagado un zumo de naranja con un billete de diez euros. La señora, que se llama Almudena, lee lo que Juan Carlos ha escrito un rato antes en el billete y le pregunta al camarero:

La propina
Al contrario que en otros países, en España no es obligatorio dejar propina y, cuando se deja, no hay una cantidad establecida. La decisión es solo del cliente, que demuestra su satisfacción con el servicio dejando más o menos propina.
—¿Por qué hay un nombre y unos números escritos en el billete?
—Ni idea. Lo ha escrito un chico que ha estado aquí —responde el camarero.
—¿Y no me puedes dar un billete limpio17?
—No tengo otro ahora mismo.
—Pues vaya… bueno, voy a dárselo a alguien lo antes posible18.
—Los billetes escritos no tienen ningún problema, señora.
—No me gusta tener un billete escrito.
Almudena suspira, resignada19, y guarda el billete de cinco euros en su monedero de piel. Luego mete el monedero en su bolso de tela azul y sale de la cafetería en la dirección opuesta a la de Juan Carlos y Thomas. A cada paso20 que da Almudena, el billete de cinco euros se aleja más y más de Thomas y de su destino junto a María.